martes, 28 de febrero de 2012

Todo es efímero.

Nada dura para siempre, y menos dura aún aquellas relaciones débiles, en las que uno de los miembros da todo por hecho, está convencido de que no debe demostrar nada porque todo se sobreentiende, que no tiene nada que aportar porque ya lo ha aportado todo, que no se puede esperar nada de él porque ya nos ha dado todo. Esas relaciones que te consumen y queman, te transforman, te modifican, que esperan que te entregues por completo convirtiendo esa relación en una prioridad, como si fuera todo tu universo, dudando de tus sentimientos en cuanto estableces prioridades, arrastrándote hacia una espiral de locura y oscuridad haciéndote sentir constantemente culpable. No puedes escapar, no hay manera de huir, tampoco puedes esconderte porque siempre quieren que des la cara; y aquí estás, vaciándote día a día de emociones, convirtiéndote en una autómata sin alma que no es capaz de sentir, una persona que busca alternativas que no conlleven establecer nuevas relaciones humanas porque ha detestado las que ha tenido; una persona que prefiere entregar su alma, vida y tiempo a otros que los necesitan, mejor que cargar ella misma con ese peso muerto.

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