viernes, 16 de septiembre de 2011

La búsqueda de la felicidad.

La ausencia de la felicidad no es la tristeza. La ausencia de la felicidad es simplemente eso, ausencia, vacío. No me siento especialmente desafortunada, ni si quiera tengo complejos sobre mi aspecto y mi forma de ser. Soy yo, y nadie va a cambiar eso, ni siquiera yo misma.
Lo único que ocurre, lo único que me perturba, es esa monotonía, esa rutina aburrida y repetitiva que transforma las horas en días y los días en años. No te deja cambiar, desarrollarte, extender tus horizontes hasta más allá. No te permite innovar, aprovechar o mejorar.
¡Quiero volar! Quiero ver más allá de lo imaginable, quiero aprender a saborear la comida con los ojos. Quiero aprender a soñar con los ojos abiertos, a construir castillos en el aire, a luchar por lo imposible, a mejorar la vida de los que me rodean, a cambiar rutinas y romper moldes. Odio que me califiquen como del montón. Yo no soy como tú, yo soy alguien completamente diferente a ti, un bicho raro si lo deseas, alguien que se mueve por otra onda, alguien anómalo, para bien o para mal.
Si mi felicidad se encuentra bajo un manto de lava, excavaré con mis manos desnudas sólo para encontrarla, sin importar las heridas de guerra que queden plasmadas en mi cuerpo tras mi búsqueda. ¿Cuál es el objetivo de esta vida? ¿Y el mayor reto?
La respuesta a ambas es sencilla: ser feliz.
Y he de admitir que a mí me encantan los retos. 

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