domingo, 31 de octubre de 2010

Amiga y confidente.

Te apoyas en esa persona. La usas para confesar tus pecados, preocupaciones y diversiones. Ella te escucha, te aconseja, y te hace creer que siempre estará allí.
Y tú le crees.
Pero entonces, ocurre.
Comienza a apartarte de su vida, dejándote de lado en sus locuras y sus llantos. Deja de interesarse por tu vida,por tus sentimientos, por tu sufrimiento.
Te quedas sin ella. Se aleja lentamente, dañándote el alma de una manera que jamás creíste posible. Te duele el pecho al hablar, al tratar de reírte.
Así que comienzas a dejar de hacerlo. Reconstruyes tus pedazos que ella dejó tirados en el suelo. Te recompones y serenas, y vuelves a renacer.
Pero distinta.
Ya no eres la persona que deja que todo el mundo se acerque a su alma, que estaba abierta. Ahora la tienes echada bajo llave, y esa llave la has tirado al fondo del mar. Sabes que no la necesitarás. Estás cansada de que te hagan daño, y prefieres ser tú la única culpable de tu dolor antes que soportar el dolor del resto del mundo.
Dejas de confiar en las personas, y te llevas bien con todo el mundo, sí; pero no dejas que lleguen a calarte en lo más hondo.
-Por una vez que te haya pasado...
-No ha sido una. Han sido cuatro.
Y ahí es cuando te califican de rara.

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