lunes, 19 de julio de 2010

Salvación.

Se hundió en su incómoda cama tratando de aislarse una vez más del mundo. Odiaba cuando todo salía mal, pero odiaba más todavía que ella fuera la culpable de sus propios problemas.
Trató de dejar la mente en blanco, pero le fue imposible.
No podía dejar de pensar en ellos. Lo cierto es que era en lo único que pensaba desde el accidente.
Pero es que ella estaba convencida de que era su culpa. Quizás lo fuera.
Suspiró y se recostó mejor entre las almohadas. Se sentía sola; triste y sola, alejada del lugar en el que hacía su vida, si podía llamarse así.
No sabía como volver a encontrarse a ella misma, hacía demasiado tiempo que se había ido.
Se abrazó los brazos y miró a su alrededor, buscando algún tipo de distracción.
Lo consiguió.
Agarró aquello que siempre conseguía hacerla olvidar todos sus problemas, y sumergirla en otra dimensión.
Aquello que lograba hacerla sentir otra cosa que no fuera dolor. Aquello que desde siempre había adorado.
Un libro.

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